domingo, 26 de febrero de 2017

Amigos de curiositop.
En esta ocasión te presento  cinco casos de pica, un trastorno alimenticio caracterizado por un deseo irrefrenable por comer o lamer sustancias que no son alimentos, no comestibles, una enfermedad que sufren las personas que comen cosas que no poseen ningún valor alimenticio.

5-Polvo limpiador


Crystal es una chica y su adicción es ingerir el polvo limpiador con el que limpia su cocina. Sufre esta adicción desde los 12 años y sus sentimientos de culpa y vergüenza le han obligado a mantener esta obsesión en secreto, ya que sabe que no es nada buena para su salud. No hay más que ver cómo se le quedó la dentadura tras estar más de 30 años probando el limpiador en polvo. Puede llegar a comer este extraño elemento unas diez veces al día


4-Comer cabello

Su obsesión de Haley es arrancarse el pelo y comerse el folículo piloso. La chica asegura a ver  pasado de  dos o tres horas al día encerrada en el baño practicando esta manía, lo que le aparta del mundo exterior. Haley sufre de tricotilomanía, el hábito o manía en arrancarse los propios pelos o vello del cuerpo, el cual sufren unos siete millones de estadounidenses






 3-Cerámica y Cenizas
 Bianca, tiene una adicción que la lleva a  comer cerámica y cenizas. La chica acostumbraba a ingerir polvo y suciedad cuando era pequeña pero a su edad adulta esto la llevo a comer la ceniza del tabaco y trozos de cerámica. Su extraña manía la ha llevado a atentar en contra de su salud.

Bianca llega a dedicar 150 horas al mes a comer cerámica y le gusta el sabor de la ceniza en su lengua.



2-Espuma de cojines


Adele, de 30 años,  su adicción es comer la espuma de los cojines, como la de los sofás. Sufre esta obsesión que arremete en contra de su salud  que siempre viene asociada a momentos de ansiedad o estrés. Su primer recuerdo lo tiene cuando con 10 años, su primo le invitó a comer esta espuma. Adele ha comido unos 90 kilos de espuma en su vida: siete sofás y dos sillas



1-Comiéndose al marido


El caso de Casey, una joven que perdió a su esposo luego de un fatal ataque de asma. El evento fue comprensiblemente traumático para la joven, aunque ella nunca imagino en qué derivaría el luto que guardaba. Todo comenzó cuando la imposibilidad de Casey por desapegarse de la figura de su amado se manifestó en una extraña práctica: llevar a todos lados la urna con las cenizas, incluyendo restaurantes, tiendas  y compromisos familiares.
Pero pronto las cosas comenzaron a tomar un tinte más surreal. Un día Casey derramó una pizca de funestas cenizas en su mano y en lugar de simplemente desecharlas decidió, como un supuesto gesto de respeto a la memoria de su esposo, lamerse el dedo para evitar tirarlas Y desde entonces, en un acto de psicótica y compulsiva melancolía, Casey no ha podido evitar seguir consumiendo las cenizas. De hecho calcula haberse ya comido poco menos de medio kilo


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